cuento: el empoderamiento del guisante

Segunda parte: El empoderamiento del guisante

Leer primera parte del cuento: El minigarbanzo verde

«Todo empieza por un/a mismo/a», retumbaba en su cabeza. «Todo empieza por un/a mismo/a»…

De repente, el guisante entendió que su valor no dependía de los ojos externos, de los compañeros/as garbanzos o del cocinero, sino de sus propios ojos.

Buscar el reconocimiento fuera era como construir una casa sobre arenas movedizas. Si el reconocimiento venía se sentía confiado y feliz, si el reconocimiento marchaba se sentía incapaz e infeliz, y si en lugar de reconocimiento lo que encontraba era crítica, se hundía en la miseria. En cualquier caso, en este juego perverso la felicidad había dejado de estar en sus manos, y la única manera de recuperarla, pensaba, era aprender a darse valor por sí mismo.

Fue corriendo hacia el baño y se miró en el espejo. No se miraba mucho al espejo, pero cuando lo hacía, normalmente veía una semilla de color extraño, débil y pequeña. Pero había decidido mirarse diferente, y se dijo que su color de piel era bonito y original, brillante, elegante, divertido y de tacto suave y agradable. También entendió muchas cosas mirando en su interior de color verde, como por ejemplo, que su dulzura le ayudaba a mediar en los conflictos y a generar relaciones de confianza. Salió de casa y se fue a trabajar con una sonrisa en los labios.

A su alrededor, los garbanzos se extrañaban. ¿De qué se ríe el «minigarbanzo»? Pero día tras día la sonrisa del guisante permanecía, y ante una sonrisa tan dulce y suculenta, resultaba imposible no responder sonriendo.

Los garbanzos no acostumbraban a reír mucho, estaban a menudo estresados ​​y con la frente arrugada, pero poco a poco algunos de ellos (sin duda los más precoces) se acercaban al guisante con interés:

– ¿Cómo es que sonríes? – le preguntaban.

– Sonrío porque me siento feliz.

– Y qué hace que te sientas tan feliz?

– Me gusta como soy – Respondía el guisante sonriente.

Su respuesta hizo pensar a más de un garbanzo.

Poco a poco el guisante se dio cuenta de que algunos de sus compañeros/as garbanzos le pedían ayuda o consejo, o simplemente, buscaban su compañía (es importante tener en cuenta que el buen rollo que uno/a desprende también se contagia y funciona como un imán en otras personas).

Tanto se llegaron a querer en sus diferencias que aquellos garbanzos aprendieron a ser más dulces y tiernos (además de no juzgar, les ayudaba bastante ponerse en remojo entre 24 y 48 horas), mientras el guisante aprendía a ser más decidido y a hacer valer sus fortalezas (la clave estaba en mirar en su interior).

Y será que el cocinero los debió oír en sus conversaciones que, estando en el obrador, alzó la cabeza y fijó su mirada en un bonito guisante reluciente que había quedado en medio del bote de garbanzos. De repente, el cocinero tuvo una gran idea: Eureka! Una nueva receta había venido a su cabeza: Falafel de garbanzos y guisante. Un plato que reforzaba las cualidades de los dos ingredientes, produciendo una suma mayor que la suma de las partes. La fortaleza del garbanzo, que daba consistencia al falafel, con la dulzura del guisante, era una mezcla de complementarios perfectos. El cocinero lo vio claro enseguida y pasó toda la noche hasta descifrar la poción definitiva. Otro plato para chuparse los dedos, la receta de la cual -y con el permiso del cocinero- he querido contaros el final de esta historia. ¡Buenísima!

Cabe decir que a día de hoy todavía hay quién piensa que el guisante no era más que un «error de cocinero». En la vida hay de todo, eso ya lo sabemos, pero aprender a vivir desde el amor hacia uno mismo/a y el reconocimiento de las propias fortalezas, significa sin duda construir tu casa sobre una base sólida, y este fue el aprendizaje de nuestro querido guisante 😉

¿Y tú? ¿Cuáles son tus fortalezas? En qué medida te quieres y te das valor? ¿Qué haces para cuidarte y disfrutarte?

Espero que mucho, de todo corazón.

FIN

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RECETA del falafel DE GUISANTE Y GARBANZOS

Esta es una adaptación de la receta publicada por nuestra amiga Montse Urano en su blog «El rebote de Montse», el cual es muy recomendable 😉

Ingredientes (para 32 falafels)
  • 250 gr de garbanzos en remojo (entre 24 y 48 horas).
  • 250 gr de guisantes descongelados
  • 250 gr de cebolla cortada muy fina
  • 250 gr de harina de garbanzos
  • 4 dientes ajo machacados
  • cilantro, perejil, comino, canela y pimienta negra (especies al gusto)
  • 1 sobre de levadura Royal
  • sal
  • aceite para freír

** salsa de yogur

Receta
  1. Tritura los garbanzos remojados y escurridos y los guisantes descongelados, muy finos, en la picadora.
  2. Mezcla la cebolla picada con los garbanzos y guisantes.
  3. Incorpora la harina, las especias y la sal a la pasta. Mezcla bien.
  4. Añádele la levadura 10 minutos antes de confeccionar los faláfels.
  5. Haz aprox. 32 bolitas con la pasta, aplástalas ligeramente y fríelas en aceite caliente hasta que queden un poco tostadas.
  6. Quita los faláfels de la sartén y extiéndelos sobre papel de cocina para eliminar el exceso de aceite.
  7. Sírvelos bien calientes acompañados de salsa de yogur, salsa de tahina y/o ensalada.

** Si haces la salsa de yogur: mezcla un yogur natural con 2 cucharadas de aceite, un poco de sal y pimienta, el zumo de medio limón y un poco de menta fresca picada (opcionalmente se puede añadir un poco de pepino y/o ajo picaditos).

¡Bon appétit!

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